lunes, 18 de octubre de 2010

Noches sin sueño, noches de vida


A tres meses de aquel día todavía puedo recordarlo. Empezó por la mañana en la hora de química, me sentía mal y mi panza me pedía a gritos que calmaran el dolor. Los dolores se habían hecho costumbre el último mes y mi cuerpo se había tornado más extraño de lo que solía ser.
Ese día recuerdo haberme observado en el espejo con detenimiento, mis pechos habían aumentado de tamaño y mis caderas parecían haberse ensanchado con el tiempo. La hora de quimica fue superada con varios cambios de posiciones en la silla para disminuir el dolor, no quería decirle a la profesora lo que sucedía porque ha demostrado ser exagerada en lo que a dolores refiere.
Finalmente llegó el recreo, cogí mi V3 arruinado y con el poco crédito que tenía llamé a mi madre para que me retire. Mis amigas estaban a mi lado y conservaban la calma, posiblemente porque yoles había contado poco de mis últimos meses de vida, son personas que también tienen tendencia a exagerar lo que uno les cuenta, o tal vez yo tengo la capacidad de minimizarlas.
Mi madre, como perfecta "drama queen" se acercó a mi como si estuviera en la fase terminal de mi vida y me ofreció llevarme al hospital directamente desde el colegio. Preferí la privacidad de mi casa porque tenía una idea que estaba rondando en mi cabeza.
Al llegar a mi casa me recosté en la cama y aproveché el silecio del lugar vacío, ya que mi madre había vuelto al trabajo, para pensar en aquello que se había cruzado por mi mente mientras esperaba que mi madre me recoja.
Cerré los ojos y miles de imágenes pasaron por mi mente, eran escenas de una sábado por la noche que pensé que jamás iba a tener que recordar, pero que a partir de ese día se convirtió en el más importante de mi corta vida.
Ese sábado salimos de madrugada para celebrar el cumpleaños de una de mis mejores amigas. Agradecí durante toda la noche a mi madre por haberme regalado ese vestido que me hacía resaltar entre mis amigas y me valió de unos cuantos tragos gratis. Dos horas de baile y más de 1,5 gramos de alcohol por litro de sangre más tarde se acercó a mí un hermoso joven de ojos verdes que debía tener unos 25 años. Me invitó a bailar y no pude negarme.
Mis amigas nos observaban bailar desde la barra de tragos, me sentí seducida por tanta atención, estar con un chico más grande me hacía sentir más madura ¡Qué mentira!
Poco a poco nos fimos alejando de la pista y terminamos besándonos en uno d elos pasillos del lugar. No pasó mucho timepo hasta que me invitó a dar una vuelta en su auto, nada más ynada menos que un relucionte cirtoen C4 rojo.
Mi necesidad de lujo y mi poca conciencia que navegaba en un mar de tequila me obligaron a aceptar. Me subí al auto y en poco tiempo nos encontramos en un sucio hotel al costado de la ruta. Allí me siguió ofreciendo tragos que fui incapáz de rechazar. En ese momento se me hace una laguna en la cabeza y mis recuerdos se desvanecenhsta la mañana siguiente cuando me desperté cola y desnuda en una cama con sábanas que casi raspaban y a mi lado flores plásticas de un gusto espantoso. Me levanté de la cama y me miré en el único espejo de la habitación mientras mis pies, siempre fríos, tocaban una alfombra que jamás había sido limpiada. Noté mi maquillaje corrido, mi pelo revuelto y me dí lástima. Regresé a mi casa y desde ese día no dije una palabra al respecto.
Era una corta secuencia de imágenes en movimiento que me recordaron esa noche y el peor de mis temores se asomó en mi inconciente. Poco a poco me fui dando cuenta de lo que sucedía, comencé a sudar, mis ojos se pusieron llorosos y la plaidez de mi cara aterraba. Mi panza todavía me incomodaba pero la ignoré, cogí todos mis ahorros y partí hacia la farmacia más cercana.
Tenía cien pesos en mis manos, una duda casi existencial y un arrepentimiento que no me iba a salvar.
Dudé antes de pedirlo porque pensé que solo se daba en las películas, mi voz era casi un susurro pero la mujer que me atendió comprendió con una sola mirada qué era lo que buscaba.
Jamás había hecho las cinco cuadras que se paran aquel negocio de mi casa con tanta velocidad y solor. Me encerré en el baño y me dispuse a probar un elemento que jamás creí que usaría.
Minutos más tarde me encontraba llorando en mi cuarto, en ese rincón que se forma entre el placard y la puerta. En ese lugar lloré muertes, amores, peleas, amigos, engaños y ese día me tocó llorar una vida.
Lo único que recuerdo de ese momento fue haber buscado entre los cientos de papeles con frases que adornan mi habitación aquel blanco con tinta roja que posee una frase de Zabo N.M.Z que creí que nunca usaría: "Jamás pensé que sería madre antes de terminar de ser hija."

2 comentarios:

  1. no hay alcohol que pueda opacar a una reina como vos! que no haya mentiras en los ojos de nadie, que terminen con tu inteligencia.. a veces puede sorprender lo alejado q esta el amor, de una cama.. a veces, simplemente se muestra en uuna sonrisa..

    con la frente en alto, animate a seguir ♥
    un gusto leerte..

    nati en www.loca-mente.com.ar

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