sábado, 16 de octubre de 2010

Docentes Fátima


A veces me pregunto cómo un docente que le cuesta enseñar pretenda educar. ¿Cómo transmitir valores a los alumnos si algunos de ustedes apenas tienen los propios? ¿Cómo pretender calidad en un examen si no nos otorgan excelencia durante la clase?

A veces me pregunto dónde ha quedado la ortografía y la caligrafía que solían tener los profesores de mis padres. Geografía me enseña que BOBINO es lo mismo que lo que yo creía que era BOVINO, obviamente porque la profesora pensaba en Bacas mientras lo escribía (palabras mismas de la docente). No me sorprendí porque semanas antes habría jurado que queso se escribía con K si no fuera porque veinte alumnos de 17 años la corrigieron. Y si hablamos de caligrafía no tenemos mucho de que quejarnos, la letra es algo personal e incluso muchos alumnos hacemos de nuestras evaluaciones bosquejos de lo que parece ser chino básico. Pero es imprescindible que un profesor escriba por lo menos el nombre de la unidad con una letra mínimamente clara para que ubiquemos donde estamos parados.

La caligrafía y la ortografía no se comparan con la importancia que tiene el respeto que deben conservar tanto los docentes a sus alumnos y viceversa. En mi ultimo año no he visto más que faltas de respeto de ambos lados. Alumnos cansados de ser acusados que responden a los gritos y profesores hartos de no ser tomados en cuenta que gritan "como en la cancha" (cita a varios docentes ante el griterío de los alumnos). Como si no supiera yo, hija de docentes, que la suya es una tarea estresante. Como si no supiera yo, alumna desde los seis años, que cambiar de "jefe" y adaptarse a cada uno de ellos unas cinco veces al día es casi intolerable. Las excusas no valen aquí, nada justifica que la persona a cargo responda escandalosamente rebajándose al nivel de una persona sin instruir en lo que a valores respecta. Así como nosotros, alumnos no tenemos excusa alguna para los millones de gestos, susurros, notas y leyendas en bancos que connotan la poca maduréz que hemos adquirido hasta el momento.

Yo me pregunto, así como nosotros deberíamos tener en cuenta que no somos su único alumno, su único curso, su única escuela y la única preocupación en su vida, los docentes deberían tener en cuenta que ellos tampoco son el único docente, de la única materia, de la única preocupación de su vida. Pero también sabemos que tienen alumnos únicos que siempre están callados en las explicaciones, que aportan en los debates, hacen la tarea, posiblemente amantes de su materia o con cierto interés y sobre todas las cosas personas con gran potencial; cursos únicos donde no existen los grupos ni los excluidos, donde se puede generar un debate a muerte sin perder la compostura y las clases se tornan fáciles gracias al buen ambiente que se genera; y tantas otras cosas que no son únicas pero a veces uno desearía que lo fueran. Si usted es un buen docente desearía ser también el responsable único de mi materia única, de mi único interés y para ello necesita dejar las preferencias. Todos sabemos que hay ciertas personas que tienen más afinidad con usted si así le podemos llamar a el vínculo, no es necesario que todos tengamos noticia de ello. No nos gusta ver tratos especiales para nadie, ni siquiera si es con nosotros mismos. Esperamos la misma preocupación y cautela de su parte con cada uno de nosotros.

¿A dónde llegamos? El humor, damas y caballeros. ¿Por qué diablos debemos soportar qué aquellas personas que deben instruirnos comiencen la clase a los gritos y enojados por cuestiones que nada tienen que ver con nosotros? Buena pregunta, supongo que su respectiva respuesta se encuentra junto con el motivo por el que los alumnos están siempre alegres entre ellos pero son pocas las veces que comparten esa alegría hacia el docente. No se pretenden sonrisas de confite las 7 horas que se permanecen en el colegio pero si un humor agradable y si es un mal día por lo menos tolerable.

Llegando a la fase más importante de esta larga queja es importante recordarle a los docentes qué hacen cada día a demás de ganarse el sueldo. Porque aunque hay una probabilidad de que hayan estudiado profesorado o magisterio porque son carreras cortas, en algunos casos sencillas y con rápida salida laboral; pero puede haber otra razón por la que hoy le digo "profe", puede ser que le apasione la educación, que le gusten los niños o adolescentes, que desee darle un futuro a alguien o miles de otros motivos que hacen que un alumno se sienta orgulloso de tener parado enfrente a un "luchador". Alguien que soporta los paros, las decisiones del consejo, los chicos testarudos, los bajos sueldos, las jornadas extensas, las noches de insomnio para corregir, las evaluaciones que no salen, los temas que no se comprenden, las mesas de examen hasta el 22 de diciembre, los chicos que ya egresaron pero que vuelven cada año por la previa, los chistes de los alumnos, los complots, las presentaciones de cada año, los actos que hay que preparar y miles, miles y millones de cosas que los hacen personas fuertes. Porque les "doy con un caño" cuando hacen mal las cosas que me parecen obvias pero cuando realmente me EDUCAN, no cuando me enseñan contenido, sino cuando aprendo a pensar y sacar mis propias conclusiones, los siento héroes. Porque me están salvando, me salvan de la ignorancia, de la vagancia. Me están salvando el futuro que es lo más valioso que tengo.

Si los puntos remarcados cambiaran para mejor es posible que ese reloj colgado en la esquina superior izquierda de cada salón será mirado menos veces durante la hora con la intención de que las agujas se muevan con más rapidez hacia las 9.20am o las 10.50am para detenerse allí todo el tiempo posible. Las clases se tornarían un poco más llevaderas y no prometo que aprender se convertirá en el placer de todo el alumnado pero si ganará unos cuantos adeptos al estudio como parte de nuestras vidas y no una carga en ella. Quiero seguir teniendo héroes, no me fallen por favor.

Julia Turner

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