sábado, 16 de octubre de 2010

Ficción


UNA CENTECIMA DE REALIDAD

Habitación cerrada con una puerta de roble de 1x2 metros. El oscuro cuarto mide 2x2 metros y no tiene ventanas, en la esquina mas cercana a la puerta hay una araña viuda negra inmóvil, parece muerta pero no lo está. A demás de eso no hay ningún otro objeto en la habitación, los pisos son amarillo huevo y son cerámicos de 20x20 cm. No hay marcas de rayones en el piso, parece recién lavado. El olor: a pino. Hay un aire denso, será por la temperatura de afuera 37º, es verano, específicamente 20 de enero de 2005. Estoy ubicada a 38°56′ sur y 67°59′ Oeste exactamente. Son las 21:06:04. No hay ruidos, ni siquiera se escucha mi respiración.

En el medio, a 100 centimetros de cada una de las paredes me encuentro yo. Estoy completamente desnuda, ni siquiera tengo pelo y estoy acostada, inmovil. Mis manos cerca del corazón, una posicion casi funebre. Los sistemas de mi cuerpo funcionan como siempre. La expresión de mi cara no dice nada, simplemente, en el preciso momento en el que mi corazon da el palpito numero 44 del segundo 04 me limito mandar un impulso nervioso a mi cerebro que dice que abra la boca, no es ni una centesima de segundo, pero es lo unico que hago durante ella y ni siquiera me alcanza la centesima para que el impulso llegue, asi que no se dan cambios en mi exterior, solo en mi interior. Y allí queda todo. Lo único que separa ese momento de la realidad es el tiempo, ese segundo, específicamente ese, irrepetible. Nunca mas volveré a vivir la milesima de segundo 04 de un minuto 06 de la hora 21 de un 20 de enero de un año 2005. Jamás



Julia Turner

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