sábado, 16 de octubre de 2010

Hace más de un año, hace más de un cambio


Todavía era invierno, todavía podía culpar al frío de estar temblando. Era la primera vez que pisaba esa sala, correcto el nombre que se le ha puesto, porque lo primero que hice fue sentarme a esperar. Estaba esperando a entrar para que una desconocida me decidiera el futuro. Era como sentarse a esperar a la muerte, sabes que vendrá pero no sabes cuando. Mi madre estaba a mi lado pero la sentía invisible, en los ojos se veía el miedo porque ella tampoco sabía que sucedería. Mi instinto me dijo que saldría de ese cuarto llorando.

Por meses lo había evitado, inventar mil excusas para no ir ahora me parece en vano incluso estúpido cuando pienso que así encontrar la solución es más rápido. Quería volverme sorda solo para no escucharla nombrar mi apellido, quería volverme ciega para no verla mirándome fijo, quería volverme muda para no contar mi problema, quería dejar de caminar para jamás entrar allí. Más bien parecía que me quería dejarme a mi misma ahí tirada para olvidar el problema de una vez.

Al tiempo lo engaña cualquiera, o más bien el te engaña a tí, pero eso jamás hará que deje de correr. Llegó la hora, siete de la tarde y mi apellido fue pronunciado con el acento inglés que siempre se le agrega en una sala blanca casi vacía. La mirada de la profesional me pareció más intensa que nunca cuando me levanté.

Entré con mi madre a ese lugar pequeño donde todo se decidiría. Hacía años que el problema me perseguía y era hora de enfrentarlo aunque sabía que sería lo más fuerte que viviría en meses, ya se veía el pesimismo.

Me senté, los datos de siempre pero con la voz única, temblorosa y baja como nunca, mi madre debía repetir después de mi para que se comprenda. Después, lo más importante y temido ¿A qué viniste?. Siempre me pregunté que responde uno a esa pregunta que espera que otro se la responda, justamente quien se lo está preguntando. ¿Cómo le explicaba a esa desconocida que la unica información que tenía era que no era igual al resto?

Me terminé desnudando, temblaba más que antes y me sentía observada. Uno piensa que solo pasa en las películas, pero no, en la relidad cuando a uno lo examinan también ponen caras que sin hablar te dicen un diagnóstico. Un nudo me atravezó la garganta y no se fue por varios días. Los ojos ya se me ponían llorosos y sentía ganas de gritar. A penas sus manos dejaron de rozarme me levanté y cogí mi ropa, rápidamente me cambié y me volví a sentar.

No escuché una palabra de su conversación con mi madre, mi mente volaba alto, bien alto. Mi vida pasada, presente y futura atravezaba mis ojos en imágenes invisibles. Rompí en llanto, abrí la puerta, me retiré.

Esperé sentada en el auto la llegada de mi madre, yo sabía que ella me comprendía y bien hizo al callar el resto del viaje. Necesitaba silencio, necesitaba pensar cómo sería todo a partir de ese momento.

Y ahora que lo pienso, ahora que veo los cambios que van surgiendo sigo pensando en ese día y no puedo evitar llorar. Ese día me dí cuenta que algunas cosas que no dependen de nosotros no tienen vuelta atrás. Ese día tomé conciencia que mi vida jamás sería como la de otro pero tendría que ser un secreto.

Julia Turner

2 comentarios:

  1. En serio me copa como escribis, y a alvez, esto me dejó una intriga tremenda; hasta no se si me hiciste llegar eso que sentiste a través de este textito. Posta que me encantó tu blog, y escribiste bandaaa; ya los voy a leer a todos, porque es hermoso leer esto...Un besito juli, que andes bien :)

    ResponderEliminar
  2. graacias Flor.
    Copado que te hayan gustado :)

    ResponderEliminar