sábado, 13 de noviembre de 2010

Juntamos a Patrick Dempsey con Don Juan y una historia real


Nunca creí en el amor y no creo que sea le momento para empezar a hacerlo, pero un día como hoy me cuestiono en que pienso. Muchachas he visto miles y mi cama ha saboreado todos los perfumes, pero jamás he sentido nada. He estado con mujeres que duran lo que un suspiro y de ellas me he deshecho en menos de un segundo.

Hay solo una mujer que perdura en mi vida. Esa mujer es intocable para mi, y no porque a ella yo no la quiera sino porque demasiado la quiero yo. Acostumbrado a herir al sexo femenino, a dejar mujeres con corazones rotos, a mentirles y usarlas no quiero hacer con ella lo mismo. Pero no se puede evitar quererle, es imposible, y varios hombres pueden demostrarlo, pero yo se que ellos no son los indicados para tan maravillosa mujer, yo tampoco lo soy, pero a veces me gusta creer que si.

La deseo pero no me animo, la abrazo fuerte porque tocarla es un vicio, me acerco lentamente solo porque se que ella también muere de ganas. Los roces, las sonrisas, las miradas y hasta nuestras peleas me hacen querer estar a su lado y no alejarme más. Pero todo esto es reprimido por el temor de ambos a perder lo mucho y especial que tenemos, no imaginamos la vida del uno sin el otro y por eso preferimos no arriesgarnos. Dicen que el que no arriesga no gana, se ve que quien lo dijo no estaba arriesgando a una amiga como ella. Ambos sabemos los que sucede, pero reconocerlo es un tema totalmente distinto.

Nuestras vidas continúan, a la par pero nunca unidas. Tratamos de sustituirnos el uno al otro pero nunca es posible, no conozco a nadie que pueda ocupar su lugar, no como amiga ni como algo más. Años me costó encontrarla y más todavía comprenderla, y bien que vale la pena, porque he conocido mujeres por más tiempo pero que aún así no comprendo.

Alguna vez oí la expresión almas gemelas, tal vez sea eso lo que sucede. Nuestras almas están conectadas por un lazo fuerte e invisible que ambos sentimos pero que no vemos físicamente. Qué media naranja ni medio pomelo, ella es parte de mi y no una mitad, no somos el blanco y el negro, somos la unión, somos gris. No tiene la llave de mi corazón ni necesito dársela, ella sola se las ingenia para entrar, no es la única que lo ha intentado pero si la que lo ha logrado. Basta de cursilerías porque no me agradan, lo que intento decir hace ya cinco párrafos es que vivir sin ella no es imposible pero la vida no sería la misma, que quiero ganar pero no arriesgarme, que la aprecio pero me niego.

Y ahora hay otra mujer, más hermosa que mi amiga y que es toda mía, pero yo a ella no la quiero, más bien la detesto. Porque ha intentado ocupar el lugar que no es suyo ni mío, porque la ha imitado y así se ha ridiculizado. Los celos la comen viva y así la veo, pero en vez de calmarla avivo el fuego, porque me gusta ver como mi amiga se pavonea cerca mío para que otros ojos la vean con intentos de homicidio.

No sirve de nada esa muchacha que de juguete utilizo, más bien sacia la sed que tengo de contacto femenino, que no la calman sus besos porque a otra mío.

Me convenzo cada día de que ella es solo una amiga, pero pocos frutos van a dar mis intentos si a cada mirada de ella me doy cuenta que me miento. Me puedo quedar minutos inmóvil mirando su rostro sonriendo mientras mira hacia el vacío, su rostro que jamás olvidaré. Aprovecho ese momento que tengo cada día la verla seria para hacerla reír, porque su sonrisa es un tesoro, incluso más valioso que el oro. Y tal vez si no riera no la querría, parece que más que de ella de su risa me enamoraría. Pero como de amor no hablo, porque ya dije que en el no creo prefiero quedarme en la idea de que es todo un cuento.

No comprendo a mis confusos sentimientos, lo único que entiendo es que ambos estamos sufriendo.

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