sábado, 3 de septiembre de 2011

Yo no era quien había querido ser


Era la primera vez que mentía así, tan descaradamente. Habían sido seis meses trabajando de algo en lo que la mayoría tenía una doble vida, la mayoría excepto yo. Un viernes la tenía ahí, servida. Era mi víctima, era la crédula que iba a ser usada como ningun otra mujer, la que iba a aguantar el castigo de las decenas que habían estado antes de ella y me habían ido rompiendo el corazón, hasta que se transformó en un simple órgano vital, sin un solo sentimiento.

Al principio fue fácil, solo frases típicas. Para los mensajes me ayudaban mis compañeros de trabajo, los escribian ellos y nos reíamos con cada una de sus respuestas ilusionadas, la muchacha desesperada por amor. La ví, esta vez a solas y me dió lástima. Allí estaba ella sentada en un banco de plaza con su pollera colegiala y sus piernas cubiertas con medias azules hasta las rodillas, sonriendo y temblando de nervios, yo era un desconocido para ella. Logré besarla después de poca charla, ni yo lo podía creer, era muy malo en esto porque no era una costumbre, le había hecho solo dos halagos ¿tan fácil era?. La besé y me derretí, no lo podía creer. Era una niña frágil y yo la estaba corrompiendo. Me fuí diciendole que la llamaría, que nos volveríamos a ver, fue mi última maldad.

Pasó una semana y no lo podía evitar, la quería volver a ver, la quería volver a besar. Cumplí mi promesa y la volví a ver, arriesgué mi trabajo y mi integridad física, todo por volverla a ver. Porque cada vez que había intentado dormir esas semanas no podía hacerlo sin pensar en ella, sin ver la foto que había logrado robarle. ¿Qué me estaba pasando? ¿Dónde había quedado la doble vida que pensaba comenzar? Ya no quería besar a nadie más que a ella.

Pronto me demostró no ser tan pura e inocente como me había mostrado esa primera vez, eso me encantaba. Era salvaje, era arriesgada, era romántica, era angélical, cambiaba de personalidad con cada encuentro.

Ella se llenaba de inseguridades y desconfianza, me lo demostraba en cada mensaje y a mi me enojaba... me enojaba saber que en algún momento habría tenído mil motivos para hacerlo pero que esta vez era distinto, que yo no era quien había querido ser.

Pasó poco tiempo y yo ya no quería hacer otra cosa que verla, que besarla y tocarla, quería hablarle y reírme. Era irresistible para mi, la quería para toda la vida a mi lado.

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