sábado, 3 de septiembre de 2011

ADORNANDO LA REALIDAD


Locuras por hombres he hecho diezmil, pero lo de hoy fue una demencia. Seamos correctos con el vocabulario, seamos argentinos: "me fui al carajo". Literalemente, viajé veinte kilometros con el fin de ver a un hombre que no es mi novio, que solo había estado conmigo una sola vez y con quien solo me mandaba muy pocos mensajes por día, si es que nos mandábamos y a quien solo conozco hace tres semanas.

Yo no se si fueron la cantidad de drogas que tomé la semana pasada para mi dolor de garganta que hicieron efecto tardío o si simplemente tengo serios problemas de locura, lo que importa es que hoy a las 4.45 de la tarde me encontraba en un colectivo al que jamás me había subido rumbo a la terminal de omnibus de neuquen (la cual tampoco había pisado jamás). Por lo tanto, el hombre no era el único desconocido, todo era poco familiar para mi.

Llegando a la terminal la panza me rugía como si no hubiera comido en años, pero eran solo los nervios y mi conciencia me molestaba como si hubiera cometido un crimen, pero eran solo las miles de mentiras que le había dicho a mi madre. Pisé la terminal. No entendía nada. ¿Alguien es capaz de explicarme por qué la terminal de Neuquen Capital es casi un aeropuerto? ¿Cuál es la maldita necesidad si está desierta?

Decidí ubicarme, a falta de mapa volví al viejo método de parar al que tenga cara de más ubicado y preguntar. Por fin fui dirigida hacia las cabinas de la empresa "Via Bariloche", luego de diez minutos de obserbar a la responsable de atenderme jugar al solitario fui atendida y conseguí como única información que ningún via Bariloche venía desde San Martín de los Andes. ¿Qué? ¿Me había mentido? ¿Todo era una farsa? ¿Hice veinte kilometros para nada? Ya sentía las lágrimas brotar desde lo más hondo de mi ser cuando me llegó un mensaje informándome que viajaba en el Valle y que ya estaba llegando. Me sentí realmente estúpida e intenté largar una pequeña risa para liberar un poco de estrés pero lo único que conseguí fue sonar como si hubiera estornundado estando congestionada. Un desastre.

Sola, en una terminal enorme y desierta los minutos pasan más lentos que en la propia escuela, y yo que creía que eso era imposible. Por fin un alatavoz me informó que el omnibus había llegado, cuando quise salir afuerma me encontré con un guardia que me señaló poniendo la peor de sus caras un cartel que decía "puerta de embarque, pasajeros unicamente". Tenía que ser un chiste, esto no podía estar pasando. Repito: No es un aeropuerto, es una terminal. ¿Para qué hacer una puerta de embarque separando gente?

Mi espíritu rebelde estaba al máximo, ya había atravezado dos ciudades para estar allí y le había mentido a más de cuatro personas, por lo que cuando el guardia se distrajo me largé a correr hacia la puerta hasta que porfin logré pasarla y encontré refugio donde no me pudiera ver traz una columna. Mi corazón latía al máximo, ya no distinguía si era porque al fin iba a verlo o si era el resultado de mi aventura para pasar por la puerta.

Y por fin llegó el momento tan esperado, se abre la puerta y baja el, primero, igual como lo recordaba desde la última vez, la única forma de recordarlo porque era la única vez que lo había visto. Esbosó la mejor de sus sonrisas y me besó, ni mucho ni poco, me besó como saluda un esposo a su mujer al llegar del trabajo. ¿Es necesario que me gaste en encontrar los adjetivos para explicar la desilucionante situación?.

El estaba trabajando, yo era solo la que lo interrumpía... aunque yo sabía que el deseaba ser interrumpido. Esperamos a que todos los pasajeros subieran y se ubicaran y sin que ningún guardia lo notara me escabullí dentro del omnibus con él. Esperé abajo mientras él seguia haciendo rutinas de su trabajo, luego bajó y me dijo muy cerca del oído "disimuladamente subí hasta la antultima butaca a la izquierda, te encuentro ahí". Listo, era lo que faltaba para terminar de hacerme la película. Eramos ilegales, estábamos haciendo algo que no correspondía. Yo, menos de edad, él mayor de edad. Él podía perder su trabajo si su jefe sabía algo, yo podía perder mi libertad si mi madre se enteraba.

Me escabullí y llegué al punto de encuentro, a los pocos minutos llegó él y se sentó a mi lado. Ya no estaba nerviosa, solo quería besarlo, confiaba en él plenamente a pesar de que no lo conocía. Nos besamos, no había otra cosa que hacer, nos hablamos muy baijto al oído y nos prometimos cosas que yo no había prometido jamás. Me regaló una señal de su confianza y la atesoré con mucho cuidado.

De pronto yo ya no era ni prófuga, ni ilegal, ni desconocida, ni una estudiante, ni siquiera era una idiota cumpliendo lo que sus impulsos dictaban. Yo era suya, yo quería hacer lo que él me dijera siempre y cuando él me rodeara con sus brazos y me diera sus besos. Pero me miento... yo no era suya... yo quería serlo, yo podía lograrlo.

Y no fui la única que sintió, lo confesó el después. No soy la única que cree que esta es la mejor locura. Somos así, extraños, entre nosotros y con los otros, pero yo creo que eso nos hará felices.

Por primera vez en mi vida, el viaje Neuquen- Cipolletti no tuvo el mismo significado. Esta vez, ese viaje fue el principio de algo.

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