miércoles, 30 de marzo de 2011

Imitarlo pero jamás igualarlo


Estaban tirados en la cama, cansados, su respiración la oiría cualquiera que pase por la puerta pero no corrían ese riesgo porque hacía horas que estaban solos en la casa. Desde que ella recordaba siempre habían estados solos en esa casa, casi no recordaba la cara de los padres de su amigo, que ya no era amigo, hacía ya unas horas que habían abandonado años de amistad para probar algo más. Ella se sentía protegida entre sus brazos, siempre se había sentido protegida a su lado pero esa tarde en particular sentía que ese cuerpo le pertenecía en parte. El se sentía tranquilo, como nunca antes en su vida, no le importaba si escondía la verdad o la ocultaba, él que siempre hacía secreto todo lo que le sucedía. Desnudos en la cama ya no podían ocultar nada, ni defectos ni sentimientos porque la vuelta atrás no era una opcción, siempre habían sido partidarios de que arrepentirse no sirve para nada porque no se puede volver en el tiempo. En ese momento no se arrepentían, incluso si hubieran podido retroceder unas horas.

El agacha la cabeza, ella no puede evitar mirarlo, él cierra los ojos suavemente, ella besa su hombro, él inclina su cabeza hacia ella, ella se revuelve los pelos y por fin él rompe el silecio:

- Sabés qe me molesta.

- Lo sé.

- ¿También sabías que te quiero?

- Nunca lo dudé

De pronto parecía que ese tipo de conversación fuera cotidiana entre ellos, pero la verdad es que ella nunca lo había escuchado hablar de sentimientos, aunque era cierto que suponía que algun sentimiento tenía guardado bajo ese corazón de piedra. Siguieron hablando, la conversación no llegaba a ningún lado y ella quería callarlo con un beso, no se animaba porque pensaba que no había suficiente confianza hasta que fue él quien se dio cuenta que las palabras estaban de más, la tomó del cuello y la besó.

Interrumpiendo la adictiva armonía en la que se mantenía desde hacía un rato, ella con la cabeza en su pecho y el rodeandola con sos brazos haciendole caricias en el brazo, sono una alarma. Ella se asustó y saltó, él rió porque siempre sus gestos eran exagerados y esta vez había saltado, literalmente, de la cama. Con la risa de fondo ella atiende su telefono.

- si, no, si, no, no, bueno, ya voy.

Él la miró buscando respuestas, ella simplemente tomó su bolso y se dirigió a la puerta, él la siguió. Subieron las escaleras, atravezaron el pasillo y frenaron en el comedor, estaban justo enfrente de esa ventana por la que ella tantas veces había mirado en búsqueda de respuestas los meses anteriores, él la miró con ternura al notar que en su cabeza corrían mil ideas a la vez, no dudó en tomarla de la cintura y besarla.

Diez minutos más tarde ella caminaba hacia su casa con una lentitud propia de quien se acaba de romper el fémur, iba pensando e intentando contener la sonrisa. Era feliz, un hombre la había hecho feliz más allá del placer sexual, su te quiero había valido más que los besos de cualquier otro chico. Ahora no sabía que hacer... ¿Debía finjir que nunca había ocurrido y volver a ser su amiga? Debía pero no era lo que quería.

Al día siguiente ella lo vio en el colegio, en ese momento le resultó una maldición ir al mismo curso. Nunca habían procurado sentarse tan lejos, pero aunque los separaran un par de metros no podían evitar mirarse. El no comprendía en que momento ella se había vuelto irresistible y ella no podía controlar sus emociones y en su cabeza recordaba momentos de la tarde anterior. Salieron del colegio, cada uno para un lado... cuadras más adelante vibra el celular de ella, frena y mira el mensaje, sonríe, se había librado de un peso, ya no tedría que fingir que nunca había ocurrido... el no se había arrepentido. Ella hizo una cuadra a la derecha, él una cuadra a la izquierda, de pronto solo los separaba una calle. El medio del centro, la una del mediodía, veite autos y treinta personas pasando a su alrededor por minuto, el semaforo que pasa de verde a rojo, de rojo a verde, las bocinas, el sol calienta y el viento que enfría, los negocios bajando sus rejas... pero lo unico que importaba en ese momento eran ese par de ojos, miradas penetrantes y seguras, él cruza la calle sin mirar y la abraza, fuerte como si temiera que ella se fuera a escapar, la besa en una mejilla.

- Perdí la verguenza.

Sus manos se entrelazan y caminan con el mismo rumbo, ese cuarto donde empezaron como amigos y donde ayer decidieron después de muchos meses comenzar un amorío.

Julia Turner

Fotografía por Julia Turner. Modelos: Fernanda Lambí y Lorenzo García

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